Andrea sufrió violencia física, psicológica y económica durante años por parte de su pareja. Un día decidió acabar con ese infierno y denunció. Ahora asegura que es feliz y poco a poco va recuperando su vida. La Fundación la apoya y acompaña en el proceso de búsqueda de justicia. Este es su testimonio:
La vida de las mujeres no había sido como en las telenovelas, no había sido perfecta. Ahora soy una mujer feliz gracias a la ayuda de algunas personas pero mi vida ha sido triste en algún momento. Yo era una estudiante de odontología, trabajaba de asistente dental en un gran hospital. Ahí conocí a mi verdugo.
Pensé que los varones eran comprensivos, más si eran mayores. Él era 18 años mayor que yo. Creía que los hombres como él eran sensatos, que entienden y comprenden a las mujeres porque tienen mayor experiencia, pero me equivoqué.
Te ves bonita -me decía todo el rato-, me trataba como jamás me imaginaba que me iban a tratar. Hasta que decidí irme a vivir con él. Dos semanas después comenzaron los golpes.
Me sacó a la fuerza de los estudios y del trabajo. Tenía la idea de que mujer que estudia es una cualquiera.
Con el tiempo pensé en irme pero se puso de rodillas y yo le creí porque era jovencita, tenia 21 años. Pasaron los meses pero nada cambió. Siguió golpeándome y abusando de mi. Su mamá me decía tienes que dejarte pegar porque él es el hombre de la casa.
En la segunda ocasión que decidí abandonarlo me enteré que estaba embarazada. Lo pasé realmente mal porque sabía donde me estaba metiendo, sabía el infierno al que iba llevar a mi hijo.
Entonces decidí denunciarlo ante la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV). Allí me dieron la razón pero en el juzgado no hicieron nada salvo decirle que tenía que irse de la casa. Él jamás se fue.
Entonces me di cuenta de que no hay nada gratis ni en los juzgados ni en la policía, incluso para la legalización de un documento hay que dejar un monto de dinero. Yo no tenía nada porque él no me dejaba tener un solo centavo en el bolsillo con la idea errónea de que si yo tenía dinero me iba a ir con otro.
El proceso de denuncia y separación no ha sido nada fácil pero he tenido el apoyo de mis padres y de la Doctora Quiroga. Desde 2012 vivo con mi hijito y mis padres. Retomé la universidad y mi sueño sigue siendo acabar la carrera de odontología y ser dentista.
Mi vida ahora está más tranquila, sigo teniendo ese estrés por los papeleos y la documentación, por el proceso que estoy siguiendo, pero la doctora me ha ayudado en tantas cosas que el papá de mi hijo no puede hacer mucho.
Ya no estoy tan desesperada como en un inicio, ya puedo sonreír. Todos los días nos despertamos y lo primero que hace mi hijo es abrazarme y decirme "mamá te amo". Ese es el mejor momento del día. Fuera de eso no necesito más.
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